ANTROPOLOGÍA MÉDICA

La antropología médica es tanto académica-teórica como aplicada-práctica e incluye a antropólogos de los cuatro subcampos (vea Anderson, 1996; Briggs, 2005; Brown, 1998; Dressler et al., 2005; Joralemon, 2006; Singer y Baer, 2007).

Los antropólogos médicos examinan cuestiones sobre cuáles enfermedades y condiciones de salud afectan a poblaciones particulares (y por qué) y cómo los padecimientos se construyen socialmente, diagnostican, gestionan y tratan en diversas sociedades.

La enfermedad se refiere a una amenaza a la salud científicamente identificada, causada genéticamente o por medio de una bacteria, virus, hongo, parásito u otro patógeno. El padecimiento es una condición de carencia de salud que percibe y siente un individuo (Inhorn y Brown, 1990).

Las percepciones de buena y mala salud, igual que las amenazas y los problemas sanitarios se construyen culturalmente. Diversos grupos étnicos y culturas reconocen diferentes padecimientos, síntomas y causas, y desarrollan distintos sistemas para la atención de la salud y estrategias de tratamiento. La incidencia y la severidad de la enfermedad varían también (vea Barnes, 2005; Baer, Singer y Susser, 2003).

Las diferencias de grupo son evidentes en Estados Unidos. Keppel, Pearch y Wagener (2002) examinaron datos entre 1990 y 1998, usando 10 indicadores de estado de salud, en relación con categorías raciales y étnicas utilizadas en el censo estadounidense: blancos no hispanos, negros no hispanos, hispanos, nativos americanos o de Alaska, y asiáticos o isleños del Pacífico.

Las tasas de los estadounidenses negros para seis medidas (mortalidad total, cardiopatía, cáncer de pulmón, cáncer de mama, apoplejía y homicidio) superaron los de otros grupos por un factor que varía de 2.5 a casi 10 puntos. Otros grupos étnicos alcanzaron tasas más altas en suicidio (los estadounidenses blancos) y en accidentes automovilísticos (los nativos americanos y de Alaska).

De manera global, los asiáticos presentaron la duración de vida más larga (vea Dressler et al., 2005). Hurtado y sus colegas (2005) se percataron de la prevalencia de pobre salud y las tasas inusualmente elevadas de mortalidad temprana entre las poblaciones indígenas de Sudamérica.

La esperanza de vida al nacer es al menos 20 años menor entre los grupos indígenas, en comparación con otros sudamericanos. En el 2000, la esperanza de vida de los indígenas en Brasil y Venezuela fue menor que la de Sierra Leona, que tenía la esperanza de vida nacional reportada como la más baja del mundo (Hurtado et al., 2005).

¿Cómo pueden ayudar a mejorar la gran disparidad sanitaria entre los indígenas y otras poblaciones los antropólogos aplicados? Hurtado y sus colegas (2005) sugieren tres pasos:

1) identificar los problemas de salud más urgentes que enfrentan las comunidades indígenas;

2) recopilar información acerca de las soluciones a dichos problemas; y

3) implementar soluciones en colaboración con agencias y organizaciones encargadas de los programas de salud pública para poblaciones indígenas. En muchas áreas, el sistema mundial y el colonialismo empeoraron la salud de los indígenas al esparcir enfermedades, guerras, servidumbre y otros factores de estrés.

En tiempos antiguos, los cazadores-recolectores carecieron de la mayoría de las enfermedades infecciosas epidémicas que afectaban a las sociedades agrícolas y urbanas, debido al número reducido de sus miembros, su movilidad y relativo aislamiento en relación con otros grupos (Cohen y Armelagos, 1984; Inhorn y Brown, 1990).

Las enfermedades epidémicas como el cólera, la tifoidea y la peste bubónica florecen en poblaciones densas, por tanto, entre granjeros y habitantes de la ciudad. La dispersión de la malaria se ha relacionado con el crecimiento poblacional y la deforestación asociada con la producción de alimentos.

Con el desarrollo económico y la globalización, determinadas enfermedades y afecciones físicas, como la obesidad, se han dispersado (Ulijaszek y Lofi nk, 2006). La esquistosomiasis o bilharziasis (trematodos en el hígado) probablemente es la infección parasitaria de más rápida dispersión y más peligrosa hasta ahora conocida. Se propaga mediante caracoles que viven en estanques, lagos y canales, por lo general los que se construyen para la irrigación.

Un estudio realizado en una villa del delta del Nilo en Egipto (Farooq, 1966) ilustró el papel de la cultura (religión) en la dispersión de la esquistosomiasis. La enfermedad era más común entre los musulmanes que en los cristianos, debido a la práctica islámica llamada wudu, ablución (baño) ritual antes de la oración.

 El enfoque de la antropología aplicada para reducir tales enfermedades es ver si los habitantes locales perciben una relación entre el vector (por ejemplo, caracoles en el agua) y la enfermedad. Si no, tal información puede proporcionarse al reclutar la participación de los grupos, las escuelas y los medios de comunicación locales activos.

Las mayores tasas globales de infección por VIH y defunciones relacionadas con el sida figuran en África, especialmente en la región sur. Dado que mata a adultos productivos, el sida deja tras de sí niños y ancianos en dificultades para sustituir la fuerza laboral perdida (Baro y Deubel, 2006).

En África del sur y del este, el sida y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS) se han dispersado a lo largo de las autopistas, mediante encuentros entre camioneros y prostitutas. Las ETS también se dispersan mediante la prostitución, conforme los hombres jóvenes de las áreas rurales buscan trabajo asalariado en ciudades, en campos de labranza o minas. Cuando los hombres regresan a sus villas natales, infectan a sus esposas (Larson, 1989; Miller y Rockweel, 1988).

Las ciudades también son sitios privilegiados de transmisión de ETS en Europa, Asia y Norte y Sudamérica (vea Baer, Singer y Susser, 2003; French, 2002). Los factores culturales también afectan la dispersión del VIH, que es menos probable que se transmita cuando los hombres están circuncidados que cuando no lo están.

Los tipos e incidencia de enfermedades varían entre las sociedades; las culturas interpretan y tratan los padecimientos de manera diferente. Los criterios de salud y enfermedad son construcciones culturales que varían en el tiempo y el espacio (Martin, 1992).

Sin embargo, todas las sociedades poseen lo que George Foster y Barbara Anderson llaman teorías sistematizadas sobre la enfermedad para identificar, clasificar y explicar los padecimientos. De acuerdo con Foster y Anderson (1978), existen tres teorías básicas acerca de las causas de los padecimientos: personalistas, naturalistas y emocionales. Las teorías personalistas de la enfermedad culpan a agentes, como hechiceros, brujas, fantasmas o espíritus ancestrales.

Las teorías naturalistas de la enfermedad explican los padecimientos en términos impersonales. Un ejemplo es la medicina occidental o biomedicina, cuya meta es vincular los padecimientos con agentes científicamente demostrados que no conllevan maldad personal hacia sus víctimas. Por tanto, la medicina occidental atribuye los padecimientos a organismos (por ejemplo, bacterias, virus, hongos o parásitos), accidentes, materiales tóxicos o genes.

Otros sistemas naturalistas etnomédicos atribuyen la enfermedad al desequilibrio de los fluidos corporales. Muchas sociedades latinas clasifican la comida, la bebida y las condiciones ambientales como “calientes” o “frías”. La gente cree que su salud sufre cuando comen o beben sustancias calientes o frías juntas o bajo condiciones inadecuadas. Por ejemplo, uno no debe beber algo frío después de un baño caliente o comer piña (una fruta “fría”) cuando está menstruando (una condición “caliente”).

Las teorías emocionales de la enfermedad suponen que las experiencias emocionales causan padecimientos. Por ejemplo, los latinoamericanos pueden desarrollar susto, un padecimiento causado por ansiedad o miedo (Bolton, 1981; Finkler, 1985). Sus síntomas (letargo, vaguedad, distracción) son similares a los de la “pérdida de alma”, un diagnóstico de síntomas similar al que hacen los habitantes de Madagascar. El psicoanálisis moderno también se centra en el papel de las emociones para el bienestar físico y psicológico.

Post Author: Entorno Estudiantil

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