COMUNICACIÓN NO HUMANA DE LOS PRIMATES

Sistemas de llamadas

Sólo los humanos hablan. Ningún otro animal tiene algo que se aproxime a la complejidad del lenguaje. Los sistemas de comunicación naturales de otros primates (monos y simios) son sistemas de llamadas o sonidos. Dichos sistemas vocales constan de un número limitado de sonidos, llamadas, que se producen sólo cuando se encuentran estímulos ambientales particulares.

Estas llamadas difieren en intensidad y duración, pero son mucho menos flexibles que el lenguaje humano porque son automáticos y no se pueden combinar. Cuando los primates encuentran alimento y peligro simultáneamente, sólo pueden hacer una llamada. No pueden combinar las llamadas por alimento y peligro en una sola emisión que indique que ambos están presentes.

Sin embargo, en algún punto de la evolución humana, nuestros ancestros comenzaron a combinar llamadas y a entender las combinaciones. El número de llamadas también se incrementó, llegando a ser tan amplio como para no ser transmitidas por los genes.

La comunicación empezó a darse casi por completo por aprendizaje. Aunque los primates salvajes usan sistemas de llamadas, el tracto vocal de los simios no es adecuado para el habla. Hasta la década de 1960, los intentos por enseñar lenguaje hablado a los simios sugirieron que carecen de habilidades lingüísticas.

En la década de 1950, una pareja crió un chimpancé, Viki, como miembro de su familia y sistemáticamente trataron de enseñarle a hablar. No obstante, Viki sólo aprendió cuatro palabras (“mamá”, “papá”, “arriba” y “taza”).

Lenguaje de signos

Experimentos más recientes demuestran que los simios pueden aprender a usar un verdadero lenguaje, aunque no lo hablen (Miles, 1983). Muchos simios aprendieron a conversar con la gente a través de medios distintos al habla; uno de ellos es el lenguaje de signos americano (ASL por sus siglas en inglés), que usan ampliamente los estadounidenses con trastornos auditivos.

El ASL emplea un número limitado de unidades gestuales básicas que son equivalentes a sonidos en el lenguaje hablado. Dichas unidades se combinan para formar palabras y unidades de significado más amplias.

El primer chimpancé en aprender ASL fue Washoe, una hembra que murió en 2007, a la edad de 42 años. Capturada en África occidental, R. Allen Gardner y Beatrice Gardner, científicos en la Universidad de Nevada en Reno, adoptaron a Washoe en 1966, cuando tenía un año de edad. Cuatro años después, se mudaron a Norman, Oklahoma, a una granja que se convirtió posteriormente en el Instituto para Estudios de los Primates.

El caso de Washoe revolucionó la discusión sobre las habilidades de aprendizaje del lenguaje en los simios (Carey, 2007). Al principio, Washoe vivió en un remolque y no escuchaba lenguaje hablado. Los investigadores siempre usaron ASL para comunicarse entre ellos en su presencia.

La chimpancé gradualmente adquirió un vocabulario de más de 100 signos que representaban palabras en inglés (Gardner, Gardner y van Cantfort, eds., 1989). A los dos años de edad, Washoe comenzó a combinar hasta cinco signos en oraciones rudimentarias como “tú, yo, ir, fuera, rápido”.

El segundo chimpancé en aprender ASL fue Lucy, un año más joven que Washoe. Lucy murió asesinada por cazadores furtivos, en 1986, después de que la introdujeron a “la vida salvaje” en África en 1979 (Carter, 1988). Desde su segundo día de vida, hasta su traslado a África, Lucy vivió con una familia en Norman, Oklahoma.

Roger Fouts, investigador del mencionado Instituto para Estudios de los Primates, iba dos días a la semana para poner a prueba y mejorar el conocimiento en ASL de Lucy. Durante el resto de la semana, Lucy usaba ASL para conversar con sus padres adoptivos. Después de adquirir lenguaje, Washoe y Lucy mostraron muchos rasgos humanos: insultaban, bromeaban, decían mentiras y trataban de enseñar el lenguaje a otros (Fouts, 1997).

En el Instituto, cuando Washoe se enojaba con sus vecinos primates les decía“monos sucios”. Lucy insultaba a su gato diciéndole “gato sucio” Al llegar al lugar de Lucy, Fouts encontró una vez una pila de excremento en el suelo. Cuando preguntó a la chimpancé qué era eso, ella replicó: “sucio, sucio”, su expresión para heces. Le preguntó de quién era “sucio, sucio”, y Lucy mencionó a la colaboradora de Fouts, Sue.

Cuando Fouts se rehusó creerle acerca de Sue, la chimpancé culpó del excremento al mismo Fouts. Un atributo fundamental del lenguaje es la transmisión cultural de un sistema de comunicación a través del aprendizaje. Washoe, Lucy y otros chimpancés trataron de enseñar ASL a otros animales, incluida su propia descendencia.

Washoe enseñó gestos a otros chimpancés del Instituto, entre éstos a su hijo Sequoia, quien murió en la infancia (Fouts, Fouts y van Cantfort, 1989). Debido a su tamaño y fuerza, los gorilas adultos no son sujetos idóneos para realizar experimentos similares a los que se mencionaron. Los gorilas machos adultos delgados en la vida salvaje pesan 180 kilogramos, y las hembras totalmente desarrolladas pueden con facilidad alcanzar los 110 kilogramos.

Debido a esto, el trabajo de la psicóloga Penny Patterson con gorilas en la Universidad de Stanford parece más audaz que los experimentos que se realizaron con chimpancés. En un remolque junto a un museo de Stanford, Patterson crió a Koko, una gorila hembra totalmente desarrollada. El vocabulario de Koko sobrepasa el de cualquier chimpancé. Ella regularmente emplea 400 signos ASL y alguna vez incluso usó alrededor de 700.

Koko y los chimpancés también muestran que los simios comparten además otra habilidad lingüística con los humanos: la productividad. Los hablantes usualmente utilizan las reglas de sus idiomas para producir expresiones completamente nuevas que son comprensibles para otros hablantes de la misma lengua. Por ejemplo, un angloparlante puede crear “baboonlet” para referirse a un babuino infante.

El hablante hace esto por analogía con las palabras inglesas en las que el sufijolet designa al joven de una especie. Quienquiera que hable inglés inmediatamente comprende el significado de la nueva palabra. Koko, Washoe, Lucy y otros han mostrado que los simios también son capaces de usar el lenguaje productivamente.

Lucy utilizó gestos que ya conocía para crear “drinkfruit” (“frutabeber”) por sandía. Washoe, al ver un cisne por primera vez, acuñó “waterbird” (“aveagua”). Koko, quien conocía los gestos para “dedo” y “brazalete”, formó “brazalete dedo” cuando se le dio un anillo. Chimpancés y gorilas tienen una capacidad rudimentaria para el lenguaje. Probablemente en la vida salvaje, nunca hubieran creado un sistema gestual significativo. Sin embargo, con el sistema ASL, muestran muchas habilidades humanas para el aprendizaje y uso del mismo.

Desde luego, el lenguaje que usan los simios es producto de la intervención y la enseñanza humanas. Los experimentos que se mencionaron no sugieren que los simios puedan inventar un lenguaje (los niños humanos tampoco se han enfrentado a dicha tarea solos).

Sin embargo, simios jóvenes aprendieron los fundamentos del lenguaje gestual y mostraron que lo pueden emplear de manera productiva y creativa, aunque no con la sofisticación de los humanos que usan dicho lenguaje. Los simios, como los humanos, también intentan enseñar su lenguaje a otros.

Lucy, sin darse cuenta completamente de la diferencia entre las manos de los primates y las garras felinas, una vez intentó que su gato mascota se expresara con sus garras en el lenguaje ASL. Koko enseñó gestos a Michael, un gorila macho, seis años más joven que ella. Los simios también demostraron desplazamiento lingüístico. Ausente en los sistemas de llamadas, aquél es un ingrediente clave del lenguaje.

Por lo general, cada llamada está ligada a un estímulo ambiental como el alimento. Las llamadas se emiten sólo cuando dicho estímulo está presente. Desplazamiento significa que los humanos pueden hablar acerca de cosas que no están presentes. Los humanos no tienen que ver los objetos para decir las palabras.

Las conversaciones humanas no están limitadas por el lugar y el espacio. Y podemos distinguir el pasado y el futuro, compartir experiencias con otros y beneficiarnos de las suyas. Patterson describió varios ejemplos de la capacidad de desplazamiento de Koko (Patterson, 1978). La gorila una vez expresó tristeza por haber mordido a Penny tres días antes. Koko usó el signo “más tarde” para posponer las cosas que no quería hacer.

Algunos académicos dudan de las capacidades lingüísticas de chimpancés y gorilas (Sebeok y Umiker-Sebeok, eds., 1980; Terrace, 1979); afi rman que Koko y los chimpancés son comparables a animales de circo entrenados y realmente no tienen habilidad lingüística. Sin embargo, en defensa de Patterson y los otros investigadores (Hill, 1978; van Cantfort y Rimpau, 1982), sólo uno de sus críticos ha trabajado con un simio.

Este fue Herbert Terrace, cuya experiencia enseñando lenguaje de signos a un chimpancé carece de la continuidad y el involucramiento personal que contribuyeron tanto al éxito de Patterson con Koko. Nadie niega la enorme diferencia entre el lenguaje humano y los signos de los gorilas.

Existe una gran brecha entre la habilidad para escribir un libro o decir una oración y los pocos cientos de gestos empleados por un chimpancé bien entrenado. Los simios no son personas, pero tampoco son “sólo animales”. Como lo expresó la misma Koko, cuando un reportero le preguntó si era una persona o un animal, ella no escogió ninguno. En vez de ello, mostró con signos que era “un fi no animal gorila” (Patterson, 1978).

El origen del lenguaje

Aunque la capacidad para recordar y combinar símbolos lingüísticos puede estar latente en los simios (Miles, 1983), se necesitó la evolución humana para que tal semilla fl oreciera en el lenguaje. Un gen mutado conocido como FOXP2 ayuda a explicar por qué los humanos hablan y los chimpancés no (Paulson, 2005).

El papel clave de FOXP2 en el habla salió a la luz en un estudio de una familia británica, identificada sólo como KE, cuya mitad de sus miembros tenía un hereditario y severo déficit del habla (Trivedi, 2001). La misma forma variante de FOXP2 que se encuentra en los chimpancés causa este trastorno.

Quienes tenían la versión sin habla del gen, no podían realizar los movimientos finos de lengua y labios necesarios para un habla clara, y su lenguaje era ininteligible, incluso para otros miembros de la familia KE (Trivedi, 2001). Los chimpancés tienen la misma secuencia (genética) que los miembros de la familia KE con el déficit del habla.

Al comparar los genomas del chimpancé y del humano, parece que una forma compatible del FOXP2 se apareció en los humanos hace 150 000 años. Esta mutación confi rió ventajas selectivas (habilidades lingüísticas y culturales) que permitieron a quienes lo tenían extenderse a costa de quienes no lo poseían (Paulson, 2005).

El lenguaje ofreció una importante ventaja adaptativa al Homo sapiens. El lenguaje permite que la información que almacena una sociedad humana supere por mucho a la de cualquier otro grupo no humano.

El lenguaje es un vehículo excepcionalmente efectivo para el aprendizaje. Puesto que los humanos pueden hablar de cosas que nunca han experimentado, pueden anticipar respuestas antes de encontrar los estímulos. La adaptación puede ocurrir más rápidamente en el Homo que en los otros primates, porque sus medios adaptativos son más flexibles.

Post Author: Entorno Estudiantil

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *