Desarrollo del análisis de la conducta y del conductismo radical

En cuanto al desarrollo del análisis de la conducta y del conductismo radical, es importante señalar que no sólo no menguaron como pudieran pensar quienes no ven más que sus propios escaparates, sino que avanzaron en su camino, afianzando los pasos y ampliando horizontes. Referido, en particular, al análisis de la conducta, se señalaría aquí la abundante e importante investigación en conducta verbal, a partir de la obra fundamental de Skinner, Conducta verbal, de 1957 (Skinner, 1957/1981), (véanse, por ejemplo, Hayes, 1989; Hayes y Chase, 1991). A lo que parece, el tiempo daría la razón a Skinner frente a Chomsky (Andresen, 2000).

Se ha de reconocer que en los inicios de la terapia de conducta (primera generación) el análisis de la conducta verbal todavía no estaba presto para su aplicación en contextos clínicos. Siendo que la conducta más frecuente en terapia es la conducta verbal (hablar y escuchar), se entiende que el análisis de la conducta quedara prácticamente limitado a contextos institucionales (como se ha dicho). Por su parte, la terapia de conducta tradicional se conformaría con procedimientos de exposición al amparo del condicionamiento (sin perjuicio de su compaginación con el condicionamiento operante, por ejemplo, en la 'teoría de los dos factores). Se entiende asimismo que la terapia de conducta tomara la deriva de la psicología cognitiva en la ahora identificada como 'segunda generación'.

Referido al desarrollo del conductismo radical, parece ser todavía necesario advertir su diferencia fundamental con respecto al resto de conductismos cuyo interés por la conducta es meramente metodológico, como método para estudiar otra cosa (la mente, la cognición, el procesamiento de la información). Frente a este 'conductismo metodológico', como lo llamaría Skinner, en el que curiosamente se podría incluir la psicología cognitiva, el conductismo radical toma la conducta como tema por derecho propio del campo psicológico, sin excluir nada (así de radical) porque fuera inobservable, como parecen serlo los 'eventos privados' al conductismo metodológico.

El conductismo radical no excluye los 'eventos privados por inobservables, entre otras cosas porque son observables, con la particularidad de que lo son para una única persona, una consideración que es, por cierto, fundamental en terapia (para el sentido de 'radical' del conductismo radical véase, por ejemplo, Pérez Álvarez, 2004, pp. 43-46). El conductismo radical cuenta hoy con un importante desarrollo en el 'contextualismo funcional' (Hayes, 1993; véase también Jacobson, 1997) o 'teoría del marco relacional' (Hayes, 2004), La 'teoría del marco relacional se auto-presenta a sí misma como post-skinneriana (Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001), pero todavía estaría por ver si realmente va más allá de Skinner.

El caso es que la tercera generación viene a ser el desarrollo del análisis funcional, el cual estaba en los comienzos de la terapia de conducta subdesarrollado en lo que concierne a la conducta más frecuente y relevante en la situación clínica. De hecho, este desarrollo del análisis funcional se identificaría como 'análisis de la conducta clínica' (Dougher, 2000) para subrayar precisamente su interés en la clínica de los 'pacientes ambulatorios', aquellos que habían quedado en su momento fuera del análisis de la conducta y sobre los que se habría hecho fuerte la 'terapia de conducta tradicional' que luego derivaría en la terapia cognitivo-conductual. Se podría decir que el análisis de la conducta clínica viene a suponer una refundación de la terapia de conducta, si no fuera que la historia posterior de ésta (en particular la 'segunda generación') no fue en balde. De todos modos, con ser el análisis de la conducta clínica el meollo de esta refundación o, al menos, renovación de la terapia de conducta, la bandera de esta nueva navegación tomaría la denominación más efectista de 'tercera generación'

Post Author: Entorno Estudiantil

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