DIVERSIDAD BIOLÓGICA HUMANA Y EL CONCEPTO DE RAZA

Históricamente, los científicos abordan el estudio de la diversidad biológica humana en dos formas principales, a través de:

1) la clasificación racial (en gran medida abandonada) y

2) el actual enfoque explicativo que pretende comprender diferencias específicas. Aquí, en primer lugar consideraremos los problemas de la clasificación racial; es decir, el intento de clasificar a los humanos en diferentes categorías (supuestamente) basadas en un linaje común.

Luego se ofrecen otras explicaciones de algunos aspectos específicos de la diversidad biológica humana (en este caso, el color claro frente al oscuro de la piel). Las diferencias biológicas son reales, importantes y evidentes para todas las personas; los científicos modernos consideran más pertinente buscar explicaciones de esta diversidad que tratar de encasillar a la gente en categorías llamadas razas.

De cualquier forma, ¿qué es una raza? En teoría, una raza biológica es una subdivisión geográficamente aislada de una especie. (Una especie es una población cuyos miembros pueden cruzarse para generar descendencia que pueda sobrevivir y reproducirse.)

Tales subespecies serían capaces de cruzarse con otras, pero en realidad no sería debido a su aislamiento geográfico. Algunos biólogos también emplean el término “raza” para referirse a “cruzas”, como las de perros o rosas. Por tanto, un pitbull y un chihuahua serían diferentes razas de perros. Tales “razas” domesticadas las han criado los humanos durante generaciones.

La humanidad (Homo sapiens) carece de tales razas porque las poblaciones humanas no han estado lo suficientemente aisladas unas de otras como para desarrollarse en dichos grupos diferenciados. Tampoco los humanos han experimentado cruza controlada, como aquélla con la que se crearon los diversos tipos de perros y rosas.

Se supone que una raza refleja el material genético compartido (heredado de un ancestro común), pero los primeros estudiosos usaron rasgos fenotípicos (por lo general el color de piel) para la clasificación racial.

El fenotipo se refiere a los rasgos evidentes de un organismo, su “biología manifiesta”: anatomía y fisiología. Los humanos muestran cientos de rasgos físicos evidentes (detectables).

Los rasgos varían desde el color de la piel, la forma del cabello, el color de los ojos y las características faciales (que son visibles), hasta los grupos sanguíneos y la producción de enzimas (que se vuelven evidentes mediante exámenes de laboratorio).

Las clasificaciones raciales basadas en el fenotipo plantean el problema de decidir cuáles rasgos son más relevantes. ¿Las razas deben definirse por la altura, el peso, la forma corporal, las características faciales, los dientes, la forma del cráneo o el color de piel? Como sus conciudadanos, los primeros científicos europeos y americanos priorizaron el color de la piel.

Muchos libros de texto y enciclopedias todavía afirman la existencia de tres grandes razas: la blanca, la negra y la amarilla. Esta clasificación exageradamente simplista era compatible con el uso político de las razas durante el periodo colonial de finales del siglo XIX e inicios del XX.

Tal esquema tripartita mantiene a los blancos europeos nítidamente separados de los sujetos africanos, los asiáticos y los nativos americanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, los imperios coloniales comenzaron a desmoronarse, y los científicos empezaron a cuestionar las categorías raciales establecidas. De manera independiente a esa situación política, un problema obvio con tales etiquetas raciales es que no describen con precisión el color de la piel.

La gente “blanca” es más bien rosada, apiñonada o bronceada. La gente “negra” presenta varios tonos de café, y la gente “amarilla” es bronceada o morena. También, para referirse a esos términos se han utilizado otros como caucásico, negroide y mongoloide, que en realidad no tienen más base científica que los de blanco, negro y amarillo, respectivamente.

También es cierto que muchas poblaciones humanas no encajan en alguna de las tres “grandes razas”. Por ejemplo, ¿dónde pondría a los polinesios? Polinesia es un triángulo de las islas del Pacífico del sur formado por Hawaii al norte, la isla de Pascua al este, y Nueva Zelanda al suroeste. ¿El color de piel bronceado de los polinesios los ubica con los caucásicos o los mongoloides? Algunos científicos, al reconocer este problema, ampliaron el esquema tripartita original para incluir la raza polinesia.

Los nativos americanos presentan un problema adicional. ¿Son rojos o amarillos? De nuevo, algunos científicos agregaron una quinta raza, la roja o amerindia, a los principales grupos raciales. Muchas personas en el sur de la India tienen piel oscura, pero los científicos son reticentes para clasificarlos con los negros africanos, debido a sus características faciales caucásicas y a su forma de cabello.

Por tanto, algunos crearon una raza separada para dichas personas. ¿Y qué hay de los aborígenes australianos, cazadores y recolectores nativos del continente más aislado? Por el color de la piel, uno podría colocar a algunos nativos australianos en la misma raza que los africanos tropicales.

Sin embargo, similitudes con los europeos en el color del cabello (claro o rojizo) y sus características faciales condujeron a algunos científicos a clasificarlos como caucásicos. Pero no hay evidencia de que los nativos australianos se encuentren más cerca genética o históricamente con alguno de esos grupos, de lo que lo están con los asiáticos. Al reconocer ese problema, los científicos usualmente consideran a los nativos australianos como una raza aparte. Finalmente, considere a los san (“bosquimanos”) del desierto de Kalahari en el sur de África.

Los científicos perciben su color de piel como una variación entre café y amarillo. Quienes consideran la piel de los san como amarilla los colocan en la misma categoría que a los asiáticos. En teoría, la gente de la misma raza comparte un linaje común más reciente que con otros, pero no hay evidencia de dicho linaje entre los san y los asiáticos.

De manera más razonable, los san se clasifican como miembros de la raza capoide (del Cabo de Buena Esperanza), que es vista como diferente de otros grupos que habitan África tropical. Problemas similares surgen cuando cualquier rasgo individual se utiliza como base para la clasificación racial. Todo intento por usar características faciales, altura, peso o cualquier otro rasgo fenotípico presenta serias dificultades.

¿Sería mejor basar las clasificaciones raciales en una combinación de rasgos físicos? Esto evitaría algunos de los problemas recién discutidos, pero surgirían otros. Primero, el color de piel, la estatura, la forma craneal y las características faciales (forma de la nariz, los ojos, el grosor de labios) no son homogéneas. Por ejemplo, personas con piel oscura pueden ser altas o bajas y tener cabello que varía de lacio a muy rizado.

Las poblaciones de cabello oscuro pueden tener piel clara u oscura y presentar diferencias en las formas craneales, las características faciales, los tamaños y formas corporales. El número de combinaciones es muy grande, y la influencia que ejerce la herencia (frente a la del ambiente) en tales rasgos fenotípicos con frecuencia no está bien definida.

Existe una objeción final a la clasificación racial basada en fenotipos. Las características fenotípicas sobre las cuales se basa la clasificación racial supuestamente reflejan material genético compartido y que ha permanecido igual durante largos periodos de tiempo. Sin embargo, las similitudes y diferencias fenotípicas no necesariamente comparten la misma base genética.

Debido a cambios en el ambiente que afectan a los individuos durante el crecimiento y el desarrollo, el rango de las características fenotípicas de una población puede cambiar sin que se produzca transformación genética alguna. Existen muchos ejemplos. A principios del siglo xx, el antropólogo Franz Boas (1940/1966) describió cambios en la forma craneal entre los hijos de europeos que migraron a Estados Unidos.

La razón de esto no fue un cambio en los genes, pues los inmigrantes europeos tendían a casarse entre ellos. Algunos de sus hijos nacieron en Europa y simplemente se criaron en Estados Unidos. Algo en el nuevo ambiente, probablemente en la dieta, producía tal cambio.

Ahora se sabe que los cambios en la altura y peso promedios producidos por diferencias dietéticas son comunes en pocas generaciones y no tienen que ver con la raza o la genética.

Post Author: Entorno Estudiantil

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