El estudio de la conducta

Durante las primeras décadas del siglo xx, en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, el psicólogo estadounidense John B. Watson inició una revolución contra los trabajos de Wilhelm Wundt. Su movimiento, llamado conductismo, se opuso al énfasis de Wundt en la experiencia consciente.

Más dedicado que éste al enfoque de la ciencia natural, sostuvo que la psicología no sería una verdadera ciencia si no se concentraba sólo en los aspectos tangibles de la naturaleza humana: lo que podía verse, oírse, registrarse y medirse.

Sólo la conducta observable –no la conciencia– podría ser un tema legítimo de la psicología. La conciencia, decía Watson, no puede verse ni ser objeto de experimentación. Por tanto, al igual que el concepto filosófico del alma no tiene sentido para la ciencia.

Los psicólogos deben ocuparse exclusivamente de lo que pueden ver, manipular y medir; en otras palabras, de los estímulos externos y de la respuesta del sujeto ante ellos. Según Watson, no puede verse nada de cuanto sucede en el interior de una persona después de presentarle un estímulo y antes de que emita la respuesta. Y como sólo es posible hacer suposiciones al respecto, carece de interés y de valor para la ciencia.

El conductismo nos ofrece una imagen mecanicista del ser humano como máquina bien ordenada que responde automáticamente a los estímulos externos. Se ha dicho que los conductistas ven a la gente como una especie de distribuidor automático: se le introducen estímulos y emite respuestas apropiadas aprendidas de la experiencia pasada.

En esta perspectiva, la personalidad no es más que la mera acumulación de respuestas adquiridas o un sistema de hábitos, definición que B. F. Skinner formularía más tarde. Así pues, los conductistas redujeron la personalidad a lo que puede verse y observarse de un modo objetivo, sin dejar cabida a la conciencia ni a las fuerzas inconscientes. Sin embargo, los teóricos más recientes del aprendizaje social, cuyas explicaciones provienen de la versión de Watson y Skinner, han devuelto a la personalidad un poco de conciencia.

Si Watson y los primeros psicólogos conductistas rechazaron todas las ideas, sentimientos y complejidades que se nos ocurren al emplear el término personalidad, ¿dónde estaban éstos?, ¿qué sucedió con la conciencia que experimentamos siempre que estamos despiertos?, ¿dónde se hallan esas fuerzas inconscientes que a veces parecen impulsarnos a obrar en formas que escapan a nuestro control?

Post Author: Entorno Estudiantil

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *