ESTRATEGIAS PARA LA INNOVACIÓN

Los antropólogos del desarrollo, preocupados por los conflictos sociales y la dimensión cultural del desarrollo económico, deben trabajar de manera conjunta con los locales para ayudarles a valorar e identificar sus deseos y necesidades para el cambio.

Existen diversas demandas locales que requieren recursos para realizar proyectos de desarrollo; sin embargo, con frecuencia se gastan recursos en lugares que no lo requieren y se abandonan otros en los que sí son necesarios. La antropología del desarrollo puede ayudar a ordenar las necesidades en los diferentes lugares y ajustar los proyectos.

Un aspecto relevante a tomar en cuenta en los proyectos que se pretendan echar a andar es poner en primer lugar a la gente, y consultarla para que esos proyectos respondan a los requerimientos que expresan (Cernea, 1991). Después, los antropólogos del desarrollo pueden trabajar y garantizar formas socialmente compatibles para realizar un buen proyecto.

En un estudio comparativo de 68 proyectos de desarrollo rural en diversos países, me encontré que los proyectos de desarrollo económico culturalmente compatibles tenían el doble de éxito financiero que los incompatibles (Kottak, 1990b, 1991).

Este hallazgo muestra que usar la experiencia antropológica en la planificación para garantizar compatibilidad cultural justifica el costo. Para maximizar los beneficios sociales y económicos, los proyectos deben:

1) ser culturalmente compatibles,

 2) responder a necesidades localmente percibidas,

 3) involucrar a hombres y mujeres en la planificación y realización de los cambios que los afectan,

 4) utilizar las organizaciones tradicionales, y

 5) ser flexibles.

Sobreinnovación

En un estudio comparativo que realicé, los proyectos compatibles y exitosos evitaron la falacia de la sobreinnovación (demasiado cambio). Se esperaría que la gente se resistiese a los proyectos de desarrollo que requieran cambios mayores en sus vidas diarias. La gente usualmente quiere cambiar lo suficiente para conservar lo que tiene.

Los motivos para modificar el comportamiento provienen de la cultura tradicional y de las pequeñas preocupaciones de la vida cotidiana. Los valores de los campesinos no son tan abstractos como “aprender una mejor forma”, “progresar”, “aumentar el conocimiento técnico”, “mejorar la eficiencia” o “adoptar técnicas modernas”. En vez de ello, sus objetivos están aterrizados y son específicos.

La gente quiere aumentar la producción en un campo de arroz, acumular recursos para una ceremonia, que sus hijos vayan a la escuela o tener suficiente dinero para pagar los impuestos. Las metas y valores de los producto res de subsistencia difieren de los de la gente que produce sólo para ganar dinero, tal como ellos se distancian de los objetivos de los planificadores de desarrollo.

Lo anterior reitera que durante la planificación deben considerarse diferentes sistemas de valores. En el estudio comparativo, fracasaron aquellos proyectos incompatibles económica y culturalmente. Por ejemplo, en el sur asiático un proyecto promovió el cultivo de cebollas y pimienta, con la esperanza de que tal práctica encajara con el sistema preexistente en el uso intenso de mano de obra para cultivar arroz.

La labranza de estos cultivos comerciales no era tradicional en el área y entró en conflicto con las prioridades de cultivo existentes y otros intereses de los granjeros. Además, los picos de demanda de mano de obra para la cosecha de pimienta y cebolla coincidían con los del arroz, al que los granjeros daban prioridad.

A lo largo del mundo, los problemas de los proyectos surgen por la inadecuada atención y la consecuente falta de ajuste con la cultura local. Otro proyecto inocente e incompatible fue un esquema sobreinnovador en Etiopía. Su principal falacia consistió en tratar de convertir a los pastores nómadas en agricultores sedentarios. Ignoró los derechos de tierra tradicionales.

Los forasteros, granjeros comerciales, conseguirían gran parte del territorio de los pastores. Se esperaba que los pastores se asentaran y comenzaran a sembrar. Ese proyecto benefició a los forasteros acaudalados y no a los habitantes locales.

De manera ingenua, los planificadores esperaban que los pastores de libre movimiento abandonaran una forma de vida de generaciones para trabajar tres veces más duro cultivando arroz y recogiendo algodón para el capataz.

Subdiferenciación

La subdiferenciación es la tendencia falsa de ver a “los países menos desarrollados” con más semejanzas entre sí. Las agencias de desarrollo con frecuencia ignoraban la diversidad cultural (por ejemplo, entre Brasil y Burundi) y adoptaban un enfoque uniforme ante conjuntos de personas, de suyo, muy diferentes. Al pasar por alto la diversidad cultural, muchos proyectos también han tratado de imponer nociones de propiedad y unidades sociales incompatibles.

Con mucha frecuencia, un diseño social erróneo supone o 1) unidades productivas propiedad privada de un individuo o pareja, trabajadas por una familia nuclear, o 2) cooperativas que al menos parcialmente se basan en modelos del ex bloque del Este y los países socialistas.

Un ejemplo sobre modelos euroamericanos deficientes (el individuo y la familia nuclear) ocurrió en un proyecto de África occidental diseñado para un área donde la familia extensa era la estrategia más humana y productiva para el cambio es basar el diseño social en las formas sociales tradicionales en cada zona.

Modelos indígenas

Muchos gobiernos no están genuina o realistamente, comprometidos con el mejoramiento de las vidas de sus ciudadanos. La interferencia de las grandes potencias también evita que los gobiernos promulguen las reformas necesarias. No obstante, en algunas naciones, el gobierno actúa más como un agente del pueblo. Madagascar es un ejemplo de lo anterior.

Los malgaches de Madagascar, antes del origen del Estado, se han organizado en grupos de descendencia; es decir, un grupo de parentesco cuya solidaridad social se determina por la creencia de que cuentan con ancestros comunes.

Los merina, creadores del mayor Estado precolonial de Madagascar, integraron los grupos de descendencia en su estructura, convirtiendo a los miembros de grupos importantes en consejeros del rey, y por tanto, les otorgaron autoridad en el gobierno.

El estado Merina tomó provisiones para la gente que gobernó. Recaudó impuestos y organizó la mano de obra para proyectos públicos de trabajo. Como recompensa ofreció la redistribución de recursos a los campesinos que lo necesitaban; también les garantizó protección contra la guerra y las incursiones esclavistas y les permitió cultivar en paz sus campos de arroz.

El gobierno mantuvo los sistemas de riego para esos cultivos. A los niños campesinos ambiciosos les dio la oportunidad de convertirse, mediante trabajo duro y estudio, en burócratas estatales. A lo largo de la historia del estado Merina, y su continuación en la moderna Madagascar, han existido relaciones entre el individuo, el grupo de descendencia y el estado.

Las comunidades malgaches locales, donde la residencia se basa en la descendencia, están más cohesionadas y homogéneas con respecto a las comunidades en Latinoamérica o en Norteamérica. Madagascar consiguió la independencia política de Francia en 1960.

Aunque todavía dependía económicamente de su metrópoli cuando realicé investigación ahí por primera vez entre 1966 y 1967, el nuevo gobierno mantenía una política de desarrollo económico dirigida al aumento de la capacidad de los malgaches para alimentarse ellos mismos.

La política gubernamental enfatizaba el aumento en la producción de arroz, un cultivo de subsistencia, en lugar de los cultivos comerciales. Más aún, las comunidades locales, con sus patrones y solidaridad cooperativos tradicionales basados en el parentesco y la descendencia, eran tratadas como socios en el proceso de desarrollo, y no como obstáculos.

En cierto sentido, el grupo de descendencia (clan o linaje) estaba adaptado de antemano para un desarrollo nacional equitativo. En Madagascar, los miembros de los grupos de descendencia locales de manera rutinaria comparten sus recursos para educar a sus miembros ambiciosos.

Una vez educados, dichos hombres y mujeres obtienen posiciones económicamente seguras en la nación. Entonces comparten las ventajas de sus nuevas posiciones con su parentela. Por ejemplo, dan pensión completa a sus primos rurales que asisten a la escuela y los ayudan a encontrar empleos.

Las administraciones malgaches por lo general parecen compartir un compromiso con el desarrollo económico democrático, quizá porque los funcionarios del gobierno son gente del campo o poseen fuertes lazos personales con él.

En contraste, en los países latinoamericanos, las élites y la clase más baja tienen diferentes orígenes y no hay fuertes lazos a través del parentesco, la descendencia o el matrimonio. Más aún, las sociedades con organización por grupos de descendencia contradicen la suposición que comparten científicos sociales y economistas.

Lo cual no evita que conforme las naciones se ligan más a la economía mundial, las formas indígenas de organización social se descomponen y transitan hacia la organización de la familias nucleares, se vuelven impersonales y se alienan. Los grupos de descendencia, que se basan en la comunidad tradicional y la solidaridad corporativa, juegan roles importantes en el desarrollo económico.

El desarrollo realista promueve el cambio, pero no la sobreinnovación. Muchos cambios son posibles si la meta es preservar los sistemas locales mientras se consigue hacerlos funcionar mejor. Los proyectos de desarrollo económico exitosos respetan, o al menos no atacan, los patrones culturales locales. El desarrollo efectivo aprovecha las prácticas culturales y las estructuras sociales indígenas.

Post Author: Entorno Estudiantil

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *