Gordon Allport: motivación y personalidad

Gordon Allport se centró en la conciencia en lugar de en el inconsciente. Pensaba que el presente y el futuro guían más la personalidad que el pasado. Estudió a individuos normales y no a los que sufrían problemas psicológicos.

Definió la personalidad como una organización dinámica de los sistemas psicofísicos que determinan la conducta y el pensamiento característicos. También consideró que es producto de la herencia y el entorno y que está divorciada de las experiencias de la niñez.

Los rasgos son predisposiciones duraderas consistentes, orientadas a responder de la misma o similar manera a estímulos diversos. Los rasgos individuales (disposiciones personales) son exclusivos del sujeto; los rasgos comunes son compartidos por muchos.

Los hábitos son más específicos que los rasgos, ofrecen poca flexibilidad e implican una respuesta determinada a un estímulo concreto. Las actitudes tienen objetos de referencia específicos y son en favor o en contra de algo.

Los rasgos cardinales son potentes y generalizados; los rasgos centrales son menos generalizados. Los rasgos secundarios se manifiestan con menor visibilidad y consistencia que los otros dos tipos.

Autonomía funcional significa que, en el adulto normal, un motivo no guarda una relación funcional con las experiencias pasadas en las que se presentó originalmente. Consta de dos niveles: la autonomía perseverante (conductas como las adicciones y los movimientos físicos repetitivos) y la autonomía del proprium (intereses, valores, actitudes, intenciones, estilo de vida y autoimagen relacionados con el núcleo de la personalidad).

Los tres principios de la autonomía funcional del proprium son: organización del nivel de energía, dominio y competencia y estructuración del proprium.

El proprium (yo o sí mismo) se va formando desde la infancia hasta la adolescencia en siete etapas: yo corporal, identidad del sí mismo, autoestima, extensión del sí mismo, autoimagen, el sí mismo como agente racional y esfuerzo del proprium. El infante es controlado por impulsos y reflejos y tiene escasa personalidad.

La personalidad del adulto maduro sano se caracteriza por: la extensión del sí mismo a otros individuos y actividades, la relación afectuosa con ellos, la seguridad emocional, la percepción realista, el desarrollo de habilidades, la dedicación al trabajo, la objetivación del sí mismo y una filosofía unificadora de la vida.

Allport nos ofrece una imagen optimista de la naturaleza humana y pone de relieve la singularidad del individuo. No estamos bajo el dominio de los hechos de la niñez. Al controlar nuestra vida de una manera consciente, creamos un estilo de vida y crecemos gracias a la necesidad intrínseca de autonomía, individualidad e identidad.

La meta suprema consiste en aumentar la tensión que nos impulsa a buscar nuevas sensaciones y retos. La evaluación de la personalidad por medio de documentos personales requiere analizar diarios, cartas y otros registros personales para descubrir sus rasgos.

El Estudio de Valores es una prueba psicológica con la cual se evalúan seis clases de valores. Las investigaciones dedicadas a la conducta expresiva revelan uniformidad en los movimientos faciales y los relacionan con diversas emociones y patrones de la personalidad.

Algunas investigaciones sugieren que las expresiones faciales son iguales de una cultura a otra y que los programas de cómputo las pueden reconocer y utilizar para comunicar emociones a otros.

La teoría de Allport ha recibido críticas porque es difícil comprobar empíricamente conceptos como la autonomía funcional. También se ha cuestionado la importancia que concedió a la singularidad de la personalidad y a la discontinuidad entre la personalidad del niño y la del adulto.

Post Author: Entorno Estudiantil

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *