La Independencia de las Trece Colonias Inglesas de 4 Norteamérica

Durante el reinado de Isabel I, la monarquía inglesa apoyó las expediciones a América, las actividades de los mercaderes y las acciones de los piratas y corsarios contra el Imperio español. Tres de los personajes protegidos por la reina, Francis Drake, John Hawkins y Walter Raleigh, realizaron simultáneamente la piratería, el comercio, la exploración geográfica y la guerra.

Raleigh fundó un pequeño asentamiento en la costa atlántica de Norteamérica, al norte de la Florida, donde introdujo el cultivo del tabaco. A esas nuevas tierras las llamó Virginia en honor de la Reina Virgen de Inglaterra. Por otro lado, él llevó la papa a Inglaterra e Irlanda, la cual se convertiría, desde entonces, en uno de los alimentos básicos de toda la población europea.

Veintitrés años después de que Sir Walther Raleigh explorara y fundara ese asentamiento en Norteamérica, en 1607, llegaron 104 hombres, de los cuales, antes de un año, murieron 54 a causa de las múltiples enfermedades y carencias encontradas en las nuevas tierras. A Virginia le siguió la fundación de Maryland y, con la progresiva llegada de más emigrantes, se establecieron otras colonias al norte y al sur de la costa atlántica americana.

La organización colonial

Inicialmente, en las colonias del sur, las compañías por acciones se encargaron de explotar el tabaco y el algodón, e impusieron su propio sistema de gobierno, pero pronto la Corona inglesa intervino nombrando a un gobernador y un consejo, y dejando que el gobierno local sólo promulgara sus leyes y decidiera sus asuntos internos en asambleas representativas, salas de justicia y otros organismos. La participación de los colonos en el gobierno local fue el principio del establecimiento de gobiernos relativamente autónomos y democráticos.

Para ayudar en las labores del campo, los colonos del sur –que eran miembros de la nobleza inglesa o favorecidos de la Corona utilizaron a muchachas y muchachos ingleses e irlandeses contratados como siervos durante cinco años. Después de ese tiempo, les daban libertad y algo de tierra. Pero lo que más se empleó en esta zona fueron esclavos negros, lo cual permitió a los propietarios de esas plantaciones hacerse cada vez más ricos y ocupar espacios de tierra cada vez mayores.

Las colonias del norte Nueva Inglaterra presentaron otras características. Ahí se asentaron campesinos, artesanos, dinámicos manufactureros y comerciantes que desarrollaron la pequeña propiedad. A diferencia del sur aristocrático, aquí se formaría una burguesía activa e ilustrada que conseguiría mayor autonomía política de la metrópoli, e impondría un intenso espíritu democrático. La burguesía elaboró sus propias leyes, sus instituciones de defensa, implantó el libre comercio y se preocupó por la educación que buscó siempre estar a la altura de la Gran Bretaña.

En 1620, el barco conocido como Mayflower había arribado a New Plymonth después de dos meses y medio de travesía. Sus pasajeros se designaban padres peregrinos. Era un grupo de separatistas que en Inglaterra habían perdido la esperanza de reformar la Iglesia y habían decidido crear la Iglesia independiente. Habían huido a los Países Bajos y de ahí se habían embarcado a América, guiados por la esperanza de encontrar la tierra prometida. A su llegada encontraron dificultades para sobrevivir, pero los emigrantes fueron ayudados por los indios de la región, quienes les descubrieron algunos secretos sobre el cultivo y la pesca.

En años posteriores, llegaron otros grupos de religiosos perseguidos, procedentes de distintos países del norte de Europa: católicos, judíos, anglicanos, puritanos y cuáqueros. En las colonias, la religión y el trabajo iban de la mano. Los distintos grupos de protestantes, pero sobre todo los puritanos, querían volver al Nuevo Testamento, eliminar la presencia de los obispos y el clero, y reorganizar la Iglesia sobre la base de una moral rígida y de sobrias costumbres basadas en el ahorro, la austeridad, la oración y el trabajo. No obstante, la presencia de distintas religiones, lenguas y costumbres europeas hizo que se adoptara la tolerancia religiosa y se impusieran códigos liberales.

De todas formas, las nuevas adquisiciones conseguidas con la Guerra de los Siete Años requerían más soldados y barcos. El gobierno inglés veía con naturalidad que las colonias pagaran estos gastos y además contribuyeran con sus impuestos a sostener la monarquía. Por el contrario, muchos colonos pensaban que sus contribuciones eran sufi cientes, pues ellos no estaban representados en el parlamento inglés y, por consiguiente, estaban en desventaja política frente a los ingleses.

En el siglo XVII, el parlamento inglés había impuesto a las colonias Leyes de Comercio y Navegación, obligándolas a que todas las mercancías viajaran en barcos ingleses y se exportaran e importaran sólo de Inglaterra, aunque procedieran de otras partes del mundo. Esto lesionaba los intereses económicos de los colonos y generaba malestar. Años más tarde (1756) el parlamento había prohibido la apertura de nuevas fábricas, la construcción de altos hornos, el uso del hierro y había adoptado otras medidas que limitaban su desarrollo industrial.

En 1764, durante la monarquía de Jorge III que se caracterizó por manejos corruptos y problemas económicos en la hacienda imperial– se estableció un impuesto al azúcar y a otros artículos de lujo, como vinos, sedas y linos. Un año después se impuso la Ley del Timbre (Stamp Act), un tributo que se aplicaba y debía aparecer estampado en los documentos jurídicos, folletos, periódicos, libros, facturas comerciales, anuncios y contratos.

Esto provocó una reacción entre los comerciantes poderosos, los hombres de negocios, los periodistas, abogados y clérigos que llegó al extremo de interrumpir temporalmente el comercio con la metrópoli. Estos hombres se organizaron como Los hijos de la libertad y generaron violentos disturbios que consiguieron derogar la ley.

Dos años después se aplicó el impuesto al té y proliferaron otras leyes de este tipo. Los colonos las vieron como una carga excesiva. Insistieron en reclamar la igualdad con los ingleses, para quienes el pago de impuestos se veía compensado con su representación política y sus posibilidades de tener injerencia en el gobierno.

La Gran Declaración

Los colonos consideraron que la metrópoli era insensible a sus problemas y que sus libertades no estaban garantizadas. A partir de 1770 se multiplicaron los brotes de rebeldía. Los más violentos ocurrieron en Boston y condujeron a una matanza que fue presentada por los colonos radicales como prueba de las injusticias de la metrópoli. Inglaterra derogó todos los impuestos menos el que gravaba el té, que no era alto, pero sí significativo, pues simbolizaba la presencia de la autoridad metropolitana.

La Corona le dio a la Compañía de las Indias Orientales el monopolio comercial del té. Esto provocó que, una noche, un grupo de colonos irritados tirara al mar el cargamento de tres barcos, en lo que se conoció como el Motín del Té (Boston Sea Party). El gobierno inglés cerró el puerto y exigió el pago de la mercancía. Para este momento, escritores, publicistas y abogados partidarios de la filosofía política de John Locke y de las ideas de los enciclopedistas franceses fomentaban una campaña de protesta contra las decisiones del gobierno británico.

Las Trece Colonias (Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva York, Rhode Island, Connecticut, Nueva Hampshire, Pensilvania, Delaware, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) habían fundado, con la dirección de Samuel Adams, Thomas Jefferson y Richard Lee, comités que estaban en constante comunicación.

En 1774, éstos decidieron reunir a sus delegados en Filadelfia, en el Primer Congreso Continental. Redactaron una Declaración de Derechos, donde aseguraron su lealtad y respeto al rey y el apoyo que le darían en caso de guerra, pero la no sumisión de las colonias al parlamento inglés. Además decidieron suspender el comercio con Inglaterra.

En este tenso clima, el ejército británico recibió la noticia de que un conjunto de revolucionarios estaban reuniendo pertrechos militares para atacarlos. El ejército fue en busca de estos hombres y ocurrieron enfrentamientos. Entre tanto, nuevamente en Filadelfia, se reunía el Segundo Congreso Continental. Aquí se culpó a las tropas británicas de cometer atrocidades y se nombró a George Washington comandante en jefe de las fuerzas revolucionarias. La guerra había empezado.

Los colonos carecían de ejército, preparación militar, dinero y material de guerra. Tampoco la Corona estaba en condiciones de enfrentar los gastos que significaba trasladar a un ejército al otro lado del Atlántico, vestirlo y alimentarlo ahí.

A principios de 1776, Thomas Paine, un demócrata liberal influido por las ideas de la Ilustración, propuso abolir la monarquía. Presentó su filosofía sobre los derechos naturales y las razones por las cuales la dependencia de Norteamérica de la Gran Bretaña era causa de grandes males. En ese mismo año, la decisión de los delegados de pedir la independencia se extendió. Los colonos abrieron por cuenta propia el comercio internacional y enviaron a Benjamín Franklin quien había contribuido entusiastamente en favor de las ideas indepentistas  a pedir ayuda económica a Francia.

El 4 de julio de 1776, Thomas Jefferson dio a conocer la Declaración de Independencia. Más que al parlamento, esta Gran Declaración atacó al rey Jorge III porque en vez de haber buscado, como buen soberano, “la vida, la libertad y la felicidad” de sus súbditos, las había destruido. Por tal motivo se señaló el pueblo tenía derecho de instaurar un gobierno propio que garantizara esos principios básicos.

Aquello que los enciclopedistas franceses habían planteado como un sueño, ahora se veía concretado en la práctica. Los norteamericanos intentaban fundar un gobierno regido por la naturaleza y la razón, y no por el derecho divino ni los privilegios tradicionales. Por todas partes, los comités patrióticos obligaron a la gente –bajo pena de cárcel o confiscación de propiedades a jurar fidelidad a los nuevos Estados Unidos, libres e independientes, que ahora se creaban.

Las Trece Colonias quedarían simbolizadas en las trece barras de su bandera. Pero como por todos lados había defensores de la monarquía (realistas), éstos se enfrentaron a los revolucionarios generando una guerra civil. La Guerra de Independencia La guerra significó altos costos para ambos bandos. Del lado de los Estados, las finanzas de la guerra eran inestables, la mayor parte de los combatientes eran jóvenes aventureros y patriotas, y se registraban constantes deserciones. A pesar de ello, los colonos no descuidaban su ejército.

Éste dependía de los préstamos externos, especialmente de Francia y posteriormente de España y de los banqueros de los Países Bajos. El apoyo francés fue decisivo. Su lucha coincidía con las ideas de los ilustrados, pues iban en contra de los privilegios y la monarquía. También los fabricantes franceses ayudaron porque estaban interesados en que se reabriera el comercio con América.

Luis XVI, el monarca francés, quería debilitar a Inglaterra, pero pretendía limitarse a dar su apoyo moral y a hacer una campaña de opinión en favor de los colonos. Sin embargo, el asunto se escapó de las manos de la Corona y, finalmente, se enviaron armas por contrabando y se apoyó la salida de un ejército comandado por Lafayette de voluntarios franceses y otros europeos a pelear del lado de los revolucionarios.

La ayuda proporcionada a los independentistas norteamericanos hizo que Gran Bretaña le declarara la guerra a Francia. España entró como aliada. Hubo enfrentamientos navales de las tres potencias en el Atlántico, el Mediterráneo, el Caribe, el mar del Norte, el canal de la Mancha y el océano Índico. En 1783 se firmó la Paz de Versalles, por la cual Gran Bretaña reconoció la independencia de sus antiguas colonias, y Francia y España recuperaron algunas de sus anteriores posesiones.

El camino emprendido por Inglaterra, desde el siglo XVII, para controlar los mares y expandir su imperio colonial había retrocedido. Por otro lado, potencias como Francia, España y Holanda, al haber apoyado la insurrección, habían reconocido la legitimidad de la nueva nación. Muy pronto, en Francia cundiría el ejemplo, después sería en las colonias hispanoamericanas. Un año más tarde, casi todos los Estados de Norteamérica habían redactado una Constitución que empezaba con una Declaración de Derechos (Bill of Rights). Recogían la experiencia colonial, la historia inglesa y, sobre todo, su revolución constitucionalista.

Las teorías de Locke, Paine, Montesquieu y Rousseau fueron sus principales fundamentos: libertad de palabra, reunión y expresión; igualdad de todos ante la ley y separación de los poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Todas estas constituciones estatales reconocían la soberanía del pueblo y, para votar, pedían ciertos requisitos, como la propiedad de tierras, y otros más para ocupar cargos públicos.

Durante la Guerra de Independencia se usurparon tierras a realistas, se procedió a efectuar una reforma agraria y se suprimieron títulos nobiliarios, diezmos y derechos de primogenitura (privilegios al primer hijo). Se estableció una mayor libertad religiosa, la separación de la Iglesia y el Estado y el principio de una sociedad igualitaria de todos ante la ley.

La esclavitud se sometió a examen y se cuestionó. Se prohibió la importación de esclavos pero, en adelante, muchos serían introducidos por el contrabando y la esclavitud proseguiría en los Estados del sur donde se requería este tipo de mano de obra. En 1787, dos años antes de iniciarse la Revolución Francesa, George Washington, John Adams y algunos intelectuales convocaron a los Estados a reunirse en Filadelfia en una Convención Federal.

La intención de esta reunión era buscar la unión de los Estados sin que ello afectara su autonomía. Después de muchas discusiones, se logró elaborar una ley suprema a la que debían someterse los Estados. Cada Estado conservaba su gobierno, el control de las empresas, la aplicación de su derecho civil y penal, la supervisión de los cuerpos religiosos, el fomento de la educación y la seguridad, salud y bienestar de sus ciudadanos. Esta ley suprema sería la Constitución de los Estados Unidos de América, que se convertiría en un modelo de independencia y republicanismo.

Los Estados mantenían su autonomía, pero también su unidad en una Federación. En ésta se estableció siguiendo los principios de Montesquieu una completa separación de los tres poderes. El poder Ejecutivo recaía en un presidente elegido cada cuatro años, el poder Legislativo se dividía en dos cámaras: el Senado y el Congreso (diputados) y el poder Judicial, a través del Tribunal Supremo, administraría la justicia y declararía la procedencia o improcedencia de las leyes votadas por las cámaras. En 1788, George Washington fue electo primer presidente de los Estados Unidos de América.

Post Author: Entorno Estudiantil

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *