La teoría de los rasgos: genética de la personalidad

Un rasgo es una característica o cualidad distintiva del individuo. En la vida diaria con frecuencia recurrimos a la teoría de los rasgos para describir la personalidad de nuestros conocidos y, para resumirla, propendemos a seleccionar los más sobresalientes.

Decimos: “Elisa es muy segura”, “Enrique es competitivo”, “Rebeca es muy inteligente”. Agrupar a la gente por sus rasgos es una cuestión fácil y de sentido común, lo cual explicaría por qué la teoría de los rasgos ha gozado de tanta popularidad desde hace mucho tiempo.

Este tipo de clasificación se remonta a la época de Hipócrates (460-377 a. C.), médico griego que la propuso 2 000 años antes de que se formularan las teorías que se describen en este libro. Hipócrates distinguió cuatro tipos de personas: alegres, tristes, temperamentales y apáticas. Unos líquidos internos del organismo, llamados “humores”, producían los tipos.

Él pensaba que los rasgos de la personalidad tenían su origen en la constitución de la persona; que se debían al funcionamiento biológico y no a la experiencia ni al aprendizaje. En la década de 1940 el médico norteamericano William Sheldon (1899- 1977) ofreció otra tipología de la constitución de la personalidad basada en la estructura del cuerpo.

Propuso tres somatotipos, cada uno asociado con un temperamento diferente (Sheldon, 1942). Tal como hizo Hipócrates, Sheldon considera que los rasgos de la personalidad suelen ser fijos; es decir, son constantes e invariables independientemente de la situación en la que nos encontremos.

Algunos psicólogos criticaron la idea de que la personalidad conste de rasgos distintivos. La rebatieron diciendo que, si los rasgos individuales bastaran para explicar la personalidad, nos comportaríamos igual en todas las situaciones.

Las investigaciones y nuestra experiencia en el trato con la gente no sustentan esta idea. Sabemos muy bien que la conducta humana suele variar con cada situación. Quienes participan en la controversia en ocasiones olvidan que los posteriores teóricos de los rasgos, principalmente Gordon Allport y Raymond Cattell, nunca supusieron la uniformidad de la conducta humana en cualquier situación.

En realidad, ambos tomaron en cuenta el efecto que los hechos concretos, así como los factores ambientales y sociales, tienen en la conducta. Su enfoque es de índole interaccionista o, en otras palabras, reconocen que la conducta depende de la interacción de variables tanto individuales como situacionales. La teoría de los rasgos no ha perdido su vitalidad.

Formulada inicialmente por Allport y Cattell hace varias décadas, sigue siendo esencial para el estudio de la personalidad. Ambos se diferencian de los teóricos de capítulos anteriores en un aspecto importante: sus ideas no se fundan en el método psicoterapéutico que utiliza estudios de caso o entrevistas a pacientes psiquiátricos recostados en un diván o atendidos en una clínica. Por el contrario, la personalidad se estudia observando a individuos sanos en un ambiente académico de laboratorio.

Más allá de esta similitud, y de que los dos querían identificar los rasgos de la personalidad, Allport y Cattell adoptaron un enfoque distinto. (Allport pertenece a la corriente humanista porque se concentró en el ser humano total y en el potencial innato de crecimiento y autorrealización.) Ambos teóricos coinciden en la importancia que los factores genéticos tienen en la formación de los rasgos.

Los resultados de las investigaciones apoyan el concepto de que los factores biológicos influyen en su caracterización. Al parecer, la personalidad tiene un componente genético decisivo.

Post Author: Entorno Estudiantil

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