Posmodernismo

El término «posmodernismo» es difícil de definir, independientemente de que se utilice para referirse a la literatura, al arte o a cualquier otro campo. Esta dificultad se debe en parte a que no es un estilo muy coherente en sí mismo, sino que se trata de una reacción frente a otro movimiento que ya existía, el modernismo. Desde un punto de vista general, la literatura posmodernista representa la mezcla confusa e intencionada de géneros y estilos diversos, la exploración de perspectivas nuevas o arrinconadas con anterioridad y la combinación de formas de arte mayor y menor, a menudo jalonado todo ello de ironía y humor. El período de tiempo que abarca este movimiento es vago, pero generalmente se considera que se inició en torno a la década de 1940.

Durante la primera mitad del siglo XX, los autores modernistas habían investigado sobre temas tales como la perspectiva y la subjetividad. Muchos de ellos llegaron a la conclusión de que las verdades absolutas no existían y que, por lo tanto, el mundo estaba fragmentado sin remedio. Numerosos autores entendieron esta característica como el resultado trágico de la alienación de la humanidad en la sociedad posindustrial. Sin embargo, muchos de los que pertenecían a una generación más joven, la generación posmodernista, tenían otra forma de ver las cosas y argumentaban que esa fragmentación ofrecía una oportunidad para explorar y buscar nuevas perspectivas.

Los autores del posmodernismo afrontaron esta oportunidad de diversas maneras. Algunos se valieron de la comedia y la ironía: La subasta del lote 49 (1966), de Thomas Pynchon, se presenta repleta de un simbolismo vacío y una significación falsa de forma intencionada, haciendo que estos aspectos se conviertan en una fuente de humor en lugar de en una tragedia. Otros escritores difuminaran o quebraron las barreras que tradicionalmente habían existido entre los distintos géneros: A sangre fría (1965), de Truman Capote, es la representación de una historia real que apareció en los diarios sobre dos asesinos. Para escribirla, Capote recurre al diálogo y a la temática novelística, consiguiendo crear el nuevo género de ficción periodística. Otros muchos autores se centraron en la desafección que sufría el individuo en la sociedad moderna: Ruido de fondo (1985), de Don DeLillo, es un examen del absurdo del exceso de información y los excesos materiales de la Norteamérica contemporánea.

Del mismo modo otros muchos escritores adoptaron vías diversas para explorar los problemas de la perspectiva. Algunos, como Toni Morrison y Maxine Hong Kingston, pusieron voz a los puntos de vista de las minorías, que, a su entender, los modernistas habían condenado al olvido. Otros aplicaron puntos de vista nuevos para volver a narrar historias antiguas. Ancho mar de los Sargazos (1966), de Jean Rhys, narra la historia de uno de los personajes de la novela del siglo XIX Jane Eyre, de Charlotte Bronté. En la obra Las ciudades invisibles (1972), de Italo Calvino, se contempla la leyenda de Marco Polo a través del prisma de la teoría urbana moderna. Tom Stoppard, en su trabajo Rosencrantz y Guildenstern han muerto (1966), se atreve a reinterpretar Hamlet. Experimentos de este tipo, fascinantes y a menudo audaces, han seguido realizándose durante las últimas décadas, llevando a no pocos a afirmar que la era de la literatura posmodernista todavía no ha terminado.

Post Author: Entorno Estudiantil

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