Terapia de pareja

Origen y exponentes

Autores como PH. Bornstein y M.T Bornstein (1988) han hecho posible cierta confluencia entre la terapia familiar sistémica y la modificación de conducta en el tratamiento de los problemas de pareja. Al igual que Liberman (1987) aportan un enfoque muy sistematizado, sometido a una revisión continua de sus métodos de tratamiento a través de una minuciosa investigación.

Los resultados de las investigaciones muestran que las parejas en conflicto emiten una frecuencia mayor de .conductas negativas, es decir, una tasa menor de refuerzos y mayor número de críticas e interacciones hostiles que las parejas bien avenidas.

Dado que este hecho no aparece cuando cada uno de sus integrantes se relaciona con otras personas, los autores concluyen que los problemas de comunicación, falta de habilidades de negociación y de solución de problemas son específicos de la pareja y no déficit de cada uno de sus miembros (Bornstein y Bornstein, 1988).

Evaluación

La primera entrevista se centra en la creación de la relación de trabajo y de expectativas terapéuticas favorables. El objetivo es motivar a los integrantes de la pareja para que colaboren con el terapeuta y entre sí en el esfuerzo conjunto por mejorar su relación.

Para ello, se permite que expresen sus emociones negativas acerca de los problemas conyugales y se ¿valúa la motivación de cada. uno para salvar el matrimonio. Posteriormente, se adquiere información de la historia de relación matrimonial y del grado de satisfacción de cada uno con respecto a su matrimonio.

A.l. Evaluar la motivación para salvar el matrimonio

Se pide a cada miembro por separado que puntúe en una escala de 0 a 10 su grado de motivación para «salvar» su matrimonio. También se les pregunta individualmente si existen relaciones extramatrimoniales, en cuyo caso es preciso conseguir un compromiso de fidelidad mientras dure el tratamiento. Algunas veces, un entrenamiento en asertividad hace al cónyuge más atractivo y deseable para su esposo/a, llevando al abandono de la relación extramatrimonial (Liberman, 1987).

A.2. Catarsis emocional

Al inicio de la primera entrevista se permite la expresión de emociones y comentarios negativos -en tomo a los problemas de  relación de pareja- individual y conjuntamente. Más adelante, el terapeuta no admitirá expresiones de este tipo y centrará la terapia en el logro de las metas terapéuticas.

A.3. Creación de expectativas terapéuticas favorables

Se debe dejar muy claro que el objetivo del tratamiento no es preservar el matrimonio o ayudara a la pareja a soportar el conflicto y la infidelidad, sino alcanzar una buena comunicación.

Poseer buenas habilidades de comumcación constituye un requisito previo para lograr que los cónyuges sean capaces de resolver satisfactoriamente sus problemas.

A.4. Evaluación de la historia y la relación matrimonial

 El terapeuta recoge información sobre los mitos heredados de las familias de origen respectivas, los patrones de interacción predominantes y los tipos de respuestas emocionales negativas en la pareja.

Los patrones de interacción pueden basarse en la reciprocidad o en la coerción. En el primer caso se caracterizan por la sensibilidad a las peticiones del otro y el refuerzo mutuo de las conductas deseadas. Por el contrario, la coerción comprende acciones aversivas mutuas que intentan controlar la conducta de la otra persona. Las acciones aversivas se encadenan en una secuencia en la que cada petición adopta la forma de una demanda exigente, incluso amenazadora, y su incumplimiento se castiga con el aumento de conductas aversivas.

La sensación desagradable, producida por las constantes amenazas, aumenta hasta que se consigue la sumisión de uno de los cónyuges. La conducta sumisa, al obtener un alivio momentáneo, se convierte en un refuerzo de la conducta coercitiva y aparece una espiral, en la que por tumos cada esposo adopta el papel de víctima o de triunfador (Bornstein y Bornstein, 1988).

A.5. Evaluación de la satisfacción matrimonial

Para recabar información sobre el grado de satisfacción matrimonial, se pregunta por el grado de complacencia para realizar actividades de ocio elegidas por el otro cónyuge; por el apoyo mutuo que se prestan en la educación de sus hijos o en presencia de otras personas; y por la frecuencia, iniciativa, sensaciones y capacidad de manifestar deseos en el área sexual.

B. Intervención

El trabajo de las sesiones se dirige fundamentalmente a conseguir una buena comunicación verbal y no verbal entre los miembros de la pareja; aumentar los intercambios mutuamente reforzantes; disminuir las interacciones aversivas, y utilizar contratos para negociar la solución de problemas. El procedimiento que debe seguir el terapeuta se inicia con una definición operativa de las metas que los clientes persiguen con el tratamiento.

Las técnicas de intervención consisten en un modelado gradual que permite ensayar las conductas deseadas, en el cual el terapeuta actúa como modelo y a su vez refuerza los progresos alcanzados. Más adelante, se pretende generalizar las adquisiciones logradas al ambiente cotidiano, mediante tareas directas para practicar en casa.

B.l. Lograr una comunicación eficaz

La comunicación entre los miembros de la pareja abarca tres niveles: verbal, emocional y sexual. Se asume que a medida que mejore la comunicación verbal se producirán cambios positivos en los otros niveles (Liberman, 1987).

Dentro de este enfoque se considera que una comunicación es adecuada cuando los efectos reales sobre el receptor coinciden con los efectos deseados por el emisor, razón por la cual es importante que la pareja comprenda que han de recibirse correctamente tanto los contenidos de fondo como también los sentimientos asociados al mensaje.

B.l.l. Entrenamiento en comunicación no verbal

El entrenamiento para la adquisión de habilidades de comunicación no verbal se basa principalmente en conseguir el tono y volumen de voz y el tipo de contacto visual con los que cada integrante de la pareja se encuentre cómodo.

B.2. Incrementar los intercambios mutuamente reforzantes

 La meta es conseguir que los componentes de la pareja sean capaces de dar, agradecer y pedir gratificaciones. El procedimiento comienza adiestrándolos para que reconozcan palabras y acciones placenteras, es decir, gratificaciones. Nuevamente, el terapeuta actúa como modelo y pide a cada esposo por tumo que ensaye. 

Cuando el ensayo es satisfactorio se asignan tareas para casa. Las tareas para cada cónyuge incluyen:

1. Hacer individualmente una lista de las gratificaciones que cada uno da y una lista de las gratificaciones que recibe, para después leerlas en alto.

2. Mencionar dos o tres gratificaciones importantes que están ocurriendo.

3. Efectuar un registro diario de las gratificaciones recibidas que se muestra al cónyuge al final del día, lo cual sirve como refuerzo. Al principio de cada sesión, leen lo que el otro dijo o hizo que resultó agradable. Posteriormente, el terapeuta pregunta a cada esposo si el suceso agradable fue agradecido y cómo.

4. Se tienen en cuentan ocho áreas en las que las parejas pueden tener problemas: sexualidad, comunicación, educación de los hijos, dinero, actividades sociales y de tiempo libre, responsabilidades domésticas, trabajo e independencia-dependencia. Los cónyuges deben anotar, por separado, aquellos deseos fantaseados para mejorar su relación en todas las áreas. Después, cada uno escoge y pide en voz alta un deseo.

El terapeuta ayuda a transformar y aproximar la fantasía a una acción real que pueda producir sentimientos positivos, concretando la frecuencia, duración, el tiempo y el lugar. Cuando se ha alcanzado un acuerdo, prescribe la tarea de intercambiar las fantasías.

B.3. Disminuir las interacciones aversivas

Se ha observado que las parejas con éxito tienden a permitir una cierta cantidad de hostilidad sin tener que «devolvérsela» al otro (Bornstein y Bornstein, 1988). Cuando se necesite expresar los sentimientos negativos hay que explicar qué conducta los ha producido, y describir esos sentimientos para terminar haciendo una petición que mejore la situación y los sentimientos (por ejemplo, cambiar palabras o conductas, o pedir tiempo para llegar a un compromiso o clarificación).

Se sugiere a la pareja que cuando el otro se muestre hostil o de mal humor, en lugar de responder como habitualmente han venido haciendo, elijan entre las siguientes posibilidades:

1. Ignorarlo. Sin embargo, cuando el clima emocional es muy intenso, ignorar a la otra persona se convierte en una provocación adicional, por lo que -en dicha situación- no es conveniente utilizar esta opción.

2. Desarmar al otro con gratificaciones, en vez de emplear las conductas aversivas esperadas.

3. Intentar poner en práctica una gratificación mutua.

4. Introducir el humor en la situación.

5. Ser empático y ponerse en el lugar del otro.

6. «Tiempo fuera». Se puede permanecer un tiempo apartado para dejar que el cónyuge se calme y luego expresar los sentimientos propios de manera asertiva, pero sin crítica. Es importante que el esposo que se marcha diga al otro dónde va y cuándo volverá.

7. Intercambio de afecto físico. Por ejemplo, pueden empezar acariciándose la mano con el dedo pulgar, jugando a que los dedos son dos viejos amigos que se muestran su cariño. Más adelante seguirán con toda la mano.

B.4. Contratos para negociar la solución de problemas

 El contrato se emplea como un instrumento de solución de problemas y su finalidad es especificar qué quieren el uno del otro y qué estarían dispuestos a dar. El paso final es la negociación, el acuerdo y finalmente el compromiso con las respectivas peticiones.

En una primera fase, cada cónyuge elige una serie de conductas que desea que manifesté su compañero. Después leen en voz alta sus respectivas peticiones explicando por qué son importantes. Es conveniente que expresen cómo se sentirían si su pareja realizase las acciones descritas, y que se sitúen en el lugar del otro para comprobar la dificultad del cambio.

 La segunda fase comprende la negociación de acuerdos y comienza estableciendo un orden de prioridades con respecto a las conductas que promuevan gratificaciones. Posteriormente, se pide a los cónyuges que lleguen a un consenso sobre la fecha en que empezarán a cumplir lo acordado. Es preciso subrayar que cada cónyuge debe comprometerse personalmente a cumplir los términos de su contrato, independientemente de que el otro lo haga o no.

Cuando se consigue el compromiso sobre acuerdos claros se procede a la tercera fase, la ejecución de los mismos, para lo cual es recomendable empezar con conductas fáciles y, sólo tras obtener éxito en las mismas, continuar progresivamente hacia otras más difíciles. Una vez que se verifique una mejoría en la relación, constatando que han mantenido los acuerdos, el terapeuta inicia la cuarta fase.

Comentario

El enfoque expuesto para el tratamiento de los problemas de pareja considera que las parejas conflictivas presentan una tasa elevada de conductas negativas y escasos intercambios positivos. El procedimiento terapéutico se centra en entrenar a los cónyuges en habilidades de comunicación, de negociación y en la adquisición de un modelo adecuado de solución de problemas, con la finalidad de disminuir los intercambios aversivos y aumentar los mutuamente gratificantes, siendo uno de los programas de tratamiento más estandarizados dentro de otras modalidades de terapia de pareja (véase Navarro, 1992).

Post Author: Entorno Estudiantil

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